Y cuando Cenicienta se dio la vuelta para recoger su zapato en medio de la huída, vio que su príncipe se había parado a hablar con otra muchacha…
Y en silencio, sin decir ni una palabra, tomó su zapatito de cristal y volvió a su carroza con sus compañeros de aventuras… Sabía cual era su camino perfectamente, sabía que ya no había vuelta atrás, que tenía que guardar su vestido y sus zapatos en el fondo del armario y volver con el polvo y sus amigos los ratones…
A Cenicienta ya no le apetece ver a su hada madrina más, ni a ese príncipe azul que resultó ser un sapo, simplemente le apetece comerse su calabaza y despertar de ese sueño en el que estaba…
No hay comentarios:
Publicar un comentario