11 diciembre 2011

Nadie llegaba a conocerla nunca, y cuando alguien se acercaba, ella desaparecía sin más.

A veces, sentía una inmensa sensacion de soledad que le recorría cada uno de sus huesos impidiéndole caminar. Ella pensaba que vivía mejor sola, aislada del conformismo y de las mentes comunes que veía cada día.

A veces, se sentía perdida en una inmensa oscuridad en la que solo podía reflejarse la luna en su mirada, llegó a sufrir mucho, por exponer sus ideales ante la gente, pues nadie conseguía escuchar lo que ella chillaba con desesperación. Cuando ella hablaba era como una dulce melodía, los demás sólo eran capaces de escuchar el eco de sus palabras, pero ÉL, él si conseguía apreciar ese silencio que gritaban sus ojos.

La llenó de vitalidad hasta desbordar el vacío que el paso de los años dejaron en ella. Alumbró la oscuridad que padecían sus ojos, la abrazó derritiendo el hielo de sus brazos, desató las cuerdas de sus manos, besó los labios empapados en lágrimas y devolvió el aliento a un cadáver.

Nadie lograba conocerla, o más bien, nunca se daba a conocer, pero de repente una luz irrumpió entre su oscuridad, devolviéndole la vista, y haciéndole recuperar cada uno de sus sentidos, había olvidado que estaba viva, y aquella tenue luz resucitó su alma inerte.


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