03 septiembre 2012






Bastan dos segundos para que la curiosidad traspase la frontera de la indiscreción.
Otro más y el ensimismamiento ya no valdrá de excusa.
Luego los ojos bajan; los tuyos antes. Pero cuando vuelven a alzar el vuelo, recorriendo golosos el cuerpo, sólo podrán redimirse con una sonrisa. Una sonrisa que invita a otra.

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