05 mayo 2011

Recuerdo que la madre de Antonio, un peloncete muy divertido que siempre me hacía reír, nos contaba que debíamos soplar y pedir deseos. Nos contaba que la gente sólo sopla para pedir deseos en los cumpleaños, porque piensa que los cumpleaños tienen poder, pero lo que no saben es que el poder lo tiene el soplo. Me encantaba la madre de Antonio, siempre nos contaba historias fabulosas, llenas de ejemplos. Nos explicaba, entre muchas más cosas, el poder del soplo.

Nos hablaba de las madres que soplaban las heridas de sus hijos que se habían caído de la bicicleta, de rasguños que se curaban con soplidos y un poco de agua oxigenada. El superpoder del soplo.

Yo me creí aquello a pies juntillas. Siempre que me ponían una inyección yo pedía un deseo; nunca me olvidaba. Soplaba, pensaba un deseo y notaba una inyección. Automáticamente sonreía. Qué suerte poder pedir tantos deseos. Me sentía un privilegiado. Además, he de decir que se han cumplido muchos.

Ya en mi vida normal, no he dejado de soplar. Soplo dos o tres veces a la semana, sin razón aparente; cuando lo necesito. Como decía la madre de Antonio, los soplidos se acumulan en nuestro interior y hay que sacarlos, hay que extraerlos.

Así que no temas y sopla como mínimo una vez por semana, eso sí, siempre tienes que pedir un deseo. A veces pienso que se me han cumplido tantos deseos porque soplé mucho en el hospital.

Creo que, sin saberlo, el organismo nos ha dado un arma contra la mala suerte; el problema es que la cotidianidad de ese superpoder ha hecho no la percibamos.


El mundo amarillo de Albert Espinosa

1 comentario:

Selva dijo...

¡me ha encantado! como la historia de una mujer ha influido, hacer que el soplar sea un amuleto para la buena suerte, para poder cumplir deseos. ¡qué grande es la madre de Antonio!